Hay un punto de vital importancia que no debemos pasar por alto.
Quienes observaban y dirigían el proyecto de vida en la Tierra, decidieron enviar a un grupo de seres extraterrestres, verdaderos experimentadores interplanetarios, que «viajarían» a través de pliegues cósmicos o puertas estelares al «pasado», en un espacio contenido dentro del Gran Espacio, siguiendo una especie de ruta cósmica que se basa en la figura del espiral, «La Rueda del Tiempo» o el ciclo natural de evolución en el Universo. De esta forma, crearon una suerte de «desfase temporal» en nuestro planeta, dándole así una vida paralela en un tiempo alternativo, que nos acompañará a lo largo de miles y miles de años hasta que volvamos a reconectarnos con el Real Tiempo del Universo.
El tiempo es una forma mental que procura definir la duración de las cosas, una ilusión basada en el movimiento del Universo en el espacio. La idea de tiempo va en relación con la conciencia del ser, si su percepción se limita a una tercera dimensión, el tiempo lo concibe como algo lineal, como una continuidad; pero cuando descubre su naturaleza multidimensional e ingresa en una cuarta dimensión, se da cuenta que el tiempo se mueve en una espiral y que no existe más allá de su conciencia; y que simultáneamente hay varios espacios dentro de un espacio mayor que podríamos llamar el Real Tiempo del Universo.Como el Proyecto-Tierra requería de ciertas condiciones para el Plan Cósmico entre ellas, la aparición del ser humano los «Operadores del Tiempo» establecieron esta «paradoja» para poder crear aquellas civilizaciones con condiciones específicas que permitan una evolución acelerada, como es el caso de la raza humana.
Esta paradoja espacio-tiempo habría dado como consecuencia una «aceleración» del tiempo en algunos sectores del universo donde sería posible que estas razas evolucionen a una velocidad mayor que la «normal». Esto nos recuerda aquel pasaje de La Biblia que dice «y si aquellos días no fuesen acortados, nadie sería salvo; más por causa de los escogidos, aquellos días serán acortados…» (San Mateo 24:22).
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