En toda comunicación está presente siempre el mentalismo, aunque debido a la experiencia y el cuidado que se tenga, se reducen los márgenes de éste, pero no lo anulan o descartan completamente. Y los hay mentalismos inocentes e intrascendentes como podrían ser los saludos demasiados zalameros y floridos, o las despedidas con la atribución del contacto a tal o cual guía más importante, buscando de forma no consciente elevar la categoría del mensaje con ello.
Recordemos también, que la comunicación es algo muy importante y serio, con lo que no debemos jugar, ya que la línea divisoria entre la iluminación y la locura, entre la realidad y la ilusión es muy sutil muchas veces. Tenemos por tanto, un compromiso primero con nosotros mismos, de ser veraces y no engañarnos; y luego de no confundir a nadie.
Por ello, las comunicaciones no deben circular libremente entre los grupos, sino que éstas luego de haber sido analizadas por el antena receptor, deben de ser facilitadas directamente al grupo de análisis de comunicaciones, quienes de acuerdo a la trayectoria del receptor, calificarán si el mensaje debe ser estudiado o no. Una vez que el mensaje resista los múltiples análisis, se redactará una vez más, pero ahora haciéndose de circulación oficial, con el aval del grupo, compartiéndose así la responsabilidad de lo escrito, entre el que lo recibió y los que la analizaron.
Finalmente, quisiéramos recordar que en lo relativo a la comunicación, de nada sirve el que, uno este seguro de sí mismo sino inspirar la misma confianza en los demás; y al revés, tampoco serviría el que los demás creyesen en los mensajes que uno recibe, si uno mismo no los cree. Y la confianza en uno, o de los otros hacia uno, se sustenta en la coherencia y consecuencia de la persona en relación con el mensaje, y en la preparación constante que uno mantenga, que la garantizará con el respaldo de los hermanos mayores cómo para que no caiga en error.
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