Todo esto y más hizo la oscuridad en contra del proyecto. El planeta registraba por ese entonces, graves problemas debido a los desequilibrios provocados por los inmensurables impactos.
Los oriones estarán allí atrapados hasta que se cumpla el plan redención. Es decir, o ellos se arrepienten y cumplen con ayudarnos, o si no, de ahí no salen. Por eso aquellos seres le han declarado una guerra psíquica a la humanidad, y como ya vimos, desde la Atlántida, en donde casi lo consiguieron, han hecho todo lo posible por destruirnos.
Recordemos que esta guerra psíquica no es solamente referida por los extraterrestres hacia nosotros para que estemos alerta de cómo la asechanza intenta manipularnos. El apostol Pablo ya lo mencionaba en una de sus cartas a los Efesios (Ef. 6, 11-12) cuando dice:
«Vestios de toda la armadura de Dios, para que podáis estar firmes contra las asechanzas del diablo, porque no tenemos lucha contra sangre y carne, sino contra principados, contra potestades, contra los gobernantes de las tinieblas de este siglo, contra huestes espirituales de maldad en las regiones celestes».
Como ellos no pueden manipular a todos los seres, manipulan a unas cuantas personas vinculadas a la política, a la religión, a la economía, a los mandos militares, y a través de ellos mantienen el caos mundial de desesperanza, angustia y desequilibrio. Son ellos, los satánicos atrapados y sus servidores los que conforman y mantienen un Gobierno Interno Negativo en nuestro planeta, que basa su poder en la ignorancia. Todos los grandes archivos de la humanidad han sido sistemáticamente destruidos desde la Gran Biblioteca de Alejandría hasta los registros del Cusco, desde los códigos mayas y aztecas hasta la barbarie del fascismo alemán. Todo aquello que pudiera darnos luz, que pueda llevarnos a recordar que somos parte de un proyecto cósmico ha sido silenciado de una u otra forma, y que quede claro que no somos «ratas de laboratorio», en realidad, somos bebés de probeta; nuestro mundo no es una granja donde nos están cebando para luego incluirnos en su dieta alimenticia, sino, más bien, somos una especie de «casa cuna» de donde los maestros esperan aprender de los discípulos a través de nuestras propias vivencias.
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