«Yo os daré mi sangre, sangre de la Alianza Nueva y Eterna, que será derramada por vosotros…»
Dijo Jesús en la última cena. La Tradición cuenta que José de Arimatea, discípulo secreto de Jesús, había recuperado el Santo Grial con el cual bebió el Maestro en aquella sentida cena con sus apóstoles. Y en el momento más dramático de la crucifixión, cuando el centurión romano Longinos clava su lanza en el costado de Jesús, José extiende la copa para llenarla con la sangre sagrada que era derramada desde el corazón abierto aquí también hay un símbolo del Señor del Tiempo.
3.17.5 Pero, ¿por qué hizo esto José?
Algunos investigadores han sugerido diversas teorías para explicar dónde habría terminado el Santo Grial y, lo más intrigante, la sangre de Cristo. No obstante, en el Sinaí percibimos que José habría visitado el Horeb para encontrarse con emisarios de la Hermandad Blanca, quienes finalmente pondrían la sangre en el interior del Arca sagrada que sobrevivió a la devastación y saqueo del Templo de Salomón, y que ahora se halla protegida en una cámara secreta bajo el Monte Sinaí.
Y es interesante descubrir que el Horeb, al margen de la historia de Moisés, ya era un punto de contacto conocido por los iniciados. Incluso se cuenta que Elías pasó un tiempo viviendo en unas cuevas secretas en la mismísima montaña. Asociar la sangre de Cristo con el Arca de la Alianza no es del todo descabellado. Ya importantes arqueólogos como Ron Wyatt sugirieron la conexión Arca-Sangre de Cristo. La sangre de Jesús, según los Guías, constituye el archivo de información más importante que protege la Hermandad Blanca. Comprender ello será difícil si antes, no hablamos de quién fue Jesús, porqué vino y en qué consistió su Misión…
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