La caída de aquel cuerpo celeste fue demasiado para José, que huyó sin rumbo fijo, alejándose del lugar, llegando precipitadamente a unas colinas cercanas donde había divisado un fuego encendido. Allí se encontraban un grupo de pastores cerca de sus animales. En su angustia ni siquiera se presentó, sólo quería llamar su atención para que vieran como la nube había descendido sobre el improvisado albergue de la gruta. Aún no había recuperado el aliento ni se había calmado del primer susto cuando al hablarles a gritos a aquel grupo de hombres rudos, observó que las flamas del fuego estaban quietas, el viento se había calmado, los pastores estaban estáticos, inmóviles y el ganado tenía la hierba en la boca pero no la estaba comiendo, ni se movía.
Era como si el tiempo se hubiese detenido para dar cabida a una nueva realidad, la de la esperanza. Se había formado un portal hacia la cuarta dimensión. En ese instante era como si el universo hubiese descendido en la Tierra como comprimiéndose sobre su cabeza y dejando a continuación sólo una ventana hacia la nada o hacia el todo. El susto fue mayúsculo para José que inmediatamente recordó haber dejado sola a María, por lo que volvió por donde había venido tan rápido como se lo permitían sus cansadas piernas.
Al irse acercando pudo contemplar cómo de la nube que se mantenía a unos diez metros por encima del suelo, pero cubriendo la mayor parte de la cueva, descendió un haz de luz azul brillante y a través de él, bajaron tres seres luminosos de apariencia humana, pero muy altos en comparación de los extranjeros que solían venir por los caminos de aquella provincia romana. Aquellos hombres de resplandecientes túnicas blancas se dirigieron directamente hacia el interior de la cueva, y José, venciendo sus miedos, fue detrás de ellos. Dentro estaba María acostada sobre la paja que servía de granero al ganado. Ella recibió con expectación y alivio a aquellos enviados del cielo. La carga de la responsabilidad y de la incomprensión de los demás a lo largo de los meses después de que se conoció su embarazo había sido insufribles. Pero ella confiaba que llegado el momento sería reconfortada.
Dos de los luminosos seres se colocaron a los lado de la joven, mientras que el del medio se mantuvo frente a ella. Inmediatamente los tres visitantes se inclinaron ante María en señal de respeto y reconocimiento de su persona y su sacrificio. Ella estaba representando y a la vez encarnando a la nueva mujer, a la nueva Tierra, a la madre cósmica.
Aquellos que se encontraban en los laterales extendieron sus manos a cierta distancia por encima del vientre de ella, mientras que aquel que se encontraba al frente lo descubrió respetuosamente. Luego alzó sus manos, juntando las palmas y separando los dedos. En ese momento una poderosa energía a manera de esfera de luz se concentró entre las manos y al descender con ellas hacia la joven postrada, efectuó una cesárea totalmente aséptica, extrayendo del interior de la madre al niño predestinado; cortando de inmediato con la misma energía movilizada el cordón umbilical y procediendo de inmediato a limpiarlo, lo depositaron en los brazos de la madre. Luego, aquel que llevó a cabo la operación selló la herida con la luz, de tal manera que María, la virgen del templo, fue virgen antes, durante y después del parto. Era un 19 de marzo.
Recordemos que fechar el nacimiento de Jesús años antes de lo que tradicionalmente se supone es un hecho que está sustentado por diversos antecedentes históricos. Ello se ha determinando a partir de dos supuestos errores detectados en los documentos en donde se asientan los acontecimientos.
El primer error se cometió cuando el emperador Carlomagno dispuso la modificación del calendario con el fin de no tomar como referencia la fundación de Roma, sino el nacimiento del Salvador, fecha que hizo coincidir con la muerte de Herodes el Grande, siendo que ésta tuvo lugar cuatro años después que Jesús llegase al mundo. El segundo error data de la época del Papa Gregorio. En este caso el calendario sería modificado sin tener en cuenta el censo que Octavio Augusto mandara a realizar en Judea, por lo cual se añadieron tres años a la ya desfasada fecha.
Jesús tampoco nació en diciembre. La confusión viene que el día 25 de diciembre se celebraba en Roma la fiesta pagana del Sol, ocasión en que se hacían regalos a los niños. Al convertirse el imperio romano al cristianismo, para no perder la costumbre de celebrar esa fecha y al desconocer el día exacto del nacimiento de Jesús, éste se sobrepuso quedando estrechamente relacionado con aquella fiesta popular.
Y volviendo al relato, fueron entonces estos seres estelares, los primeros en rendirle homenaje a aquel que, teniendo el mismo nivel que ellos, venía a la Tierra, para llegar a ser más que ellos.
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